¿Qué es el éxito? Parte I
Múltiples posibles tramas se expanden desde donde estoy hacia el futuro, invitándome a pensar qué forma tiene el éxito para mí.
¡Hola! Bienvenido el mes de Noviembre.
Este mes volvemos al formato original del newsletter, luego de tres meses donde rompí la estructura de este espacio para darle lugar a lo que acontecía en mi camino creativo. En Agosto buceamos en el Ser para reflexionar sobre la incomodidad de tomar decisiones. En Septiembre y Octubre te compartí la crónica y los aprendizajes de mi viaje a Ghana.
En Noviembre y Diciembre, vamos a explorar qué es el éxito. Este mes, desde el Ser. El próximo mes, desde el Comprender y el Actuar.




Mudarme a Berlín ha sido el equivalente a abrir la primera página de un libro de “elige tu propia aventura”. De repente, hay muchísimas más opciones y recursos disponibles para mi camino. Múltiples posibles tramas se expanden desde donde estoy hacia el futuro, invitándome a pensar qué forma tiene el éxito para mí.
Preguntarnos qué definimos como éxito es una parte esencial de cualquier proceso creativo. No importa si hablamos de la creación de nuestra propia vida o si hablamos de la construcción de un proyecto.
Cuando comenzamos a materializar nuestras visiones, nos encontramos con la necesidad de establecer criterios de éxito: ¿cómo vamos a saber si nuestros esfuerzos dieron frutos? ¿Cómo sabremos si estamos en el camino correcto? ¿Con qué vara mediremos nuestros resultados?
Todo proceso creativo es un proceso esencialmente iterativo. Es cíclico y está en constante evolución. No tiene un fin específico. Por eso, continuamente nos encontramos volviendo a decisiones que ya tomamos para re pensar y re adaptar nuestras acciones, en consecuencia de aquello que hayamos aprendido.
Si desconocemos las características del horizonte al que caminamos (nuestra definición de éxito), ¿cómo podremos darle sentido a lo que aprendimos? ¿cómo podremos mejorar nuestros esfuerzos? ¿Cómo podremos saber si estamos caminando en la dirección que deseamos?
¿Cómo podremos ser auténticos y alineados en nuestra labor?


Lo que definamos como éxito, su dimensión y alcance, impactará de manera directa en cómo experimentemos los resultados de nuestra acciones. El desafío, en el mundo en el que vivimos, es que la posibilidad de alcanzar escalas INMENSAS de éxito están distorsionando nuestra noción de él, afectando nuestras expectativas y, como resultado final, degradando nuestra salud mental y llevándonos a renunciar a nuestros proyectos.
Proyectos que este planeta necesita cada vez más para que el sistema interconectado en el que vivimos sea más resiliente, variado y nutritivo para todos.
Por eso este mes quiero contarte cuál ha sido mi relación con el éxito en diferentes etapas de mi vida y cuál es mi relación actual. Qué preguntas todavía me hago y cuáles son las respuestas que han aparecido hasta ahora. Para invitarte a reflexionar acerca de tu historia con el éxito y así puedas conocer cuál es TU criterio de éxito en un mundo donde a veces es muy fácil perderse en las definiciones que nos imponen y perder de vista la oportunidad de crear las propias.
¿Empezamos?
Mi historia con el éxito
Desde muy chica tengo una relación complicada con el éxito.
En el colegio, mi desempeño llevó a que los adultos a mi alrededor constantemente resaltaran, con dulzura y presión en igual medida, cuánto potencial tenía.
Mi primer recuerdo con este tema es a los seis o siete años. Una de las maestras de catequesis me escuchó cantar en un acto escolar o tal vez en un pasillo, no lo recuerdo, se acercó y me dijo: “¡Cuando ganes un Grammy no te olvides de mí!”
Ahora que soy adulta puedo entender que a veces las personas le dicen chistes a los niños, sin darle mucha importancia. Pero para mi yo de seis años, una niña con muchos sueños y ambiciones, este tipo de frases calaban hondo.
Doce años después, en el último año del secundario, mis profesores más queridos me confesaron que creían que era “un desperdicio” que una alumna como yo estudie diseño. No era lo suficientemente académico o importante para ellos y, de nuevo, mi potencial no iba a ser realizado.
Aún así, seguí a mi intuición y con igual miedo que entusiasmo, estudié Diseño Gráfico.
Tal vez sin buscarlo, la universidad de diseño cambió profundamente mi relación con el éxito porque cambió mi relación con el proceso.
Si en el colegio mi “potencial” se reflejaba por la nota final que obtenía en los trabajos prácticos y exámenes, en las clases de diseño mis capacidades eran evaluadas por la calidad de mis preguntas, de mis experimentos y de mis errores.
El resultado final no dejó de ser importante, claro, pero se transformó en una consecuencia natural del proceso, y no al revés.
Este aprendizaje me ayudó muchísimo de manera personal, aliviando mucho de la ansiedad con la que convivo desde chica. Es lo que actualmente orienta mi labor como guía de diseño (¿acabo de inventarme un trabajo?) en todos los proyectos en los que colaboro y acompaño.
Aún así, al terminar mi licenciatura, el éxito y sus exigencias me esperaban del otro lado del aula para otro round.
Bienvenida a las corporaciones
En mi carrera profesional trabajé en muchos lugares que, desde un punto de vista tradicional, pueden considerarse como “exitosos”.
Mi primer trabajo full time fue en la Presidencia de la Argentina. Luego trabajé más de dos años en Despegar, luego unos meses en Globant, luego para el exterior y para una startup importante de Argentina y, finalmente, un año en Mercado Libre, la empresa más exitosa de la región.
Estoy orgullosa de mi camino y sé que es un reflejo de mis privilegios y talentos en igual medida. Pero, paradójicamente, estar cerca de tantas personas exitosas creó grandes desafíos para mí. Sobre todo, para aprender a escuchar mi voz.
Porque si en el colegio me pesaba la expectativa de los adultos que veían “tanto potencial” en mí, ahora me confundía formar parte de un grupo de personas muy talentosas y aún así, sentir que mi definición de éxito no coincidía con la que me proponía este entorno.
Si trabajar en una gran empresa y avanzar profesionalmente en el mundo corporativo no es el éxito para mí, entonces, ¿qué es?
Duelo, pandemia y un taller
Si me leés hace un tiempo, sabés que el fallecimiento de mi mamá cuando tenía 23 años marcó un antes y después muy grande en mi vida.
La forma que tengo de resumirlo, es que modificó totalmente mis prioridades y, por ende, mi definición de éxito. Además, dos años y medio después de su muerte, llegó la pandemia.
Si la enfermedad de mamá me trajo preguntas alrededor de mi salud y mis relaciones, la pandemia lo acentuó, agregándole la capa de comenzar a preguntarme sobre la salud de nuestra sociedad, en todos sus niveles.
Ese fue el año que renuncié por primera vez a la relación de dependencia y a trabajar 8 horas por día. Durante casi doce meses trabajé un promedio de 3 horas por día, hice yoga y cambié mi dieta. Eso me llevó luego a cambiar de terapeuta, probar nuevas terapias, hacer retiros y alejarme del mundo corporativo en el que estaba.
Hasta que un día, volví.
Luego de dos años como freelancer y contractor, volví a “la corpo”. En este caso, a la empresa más grande de toda Latinoamérica.
Recuerdo que lo primero que hice la semana que empecé a trabajar ahí fue dormir una siesta en los sillones de la oficina después de almorzar. “Soy un mamífero y necesito descansar antes de seguir trabajando” le decía a mis compañeros.
En esa experiencia me descubrí muy rebelde, hasta enojada con las reglas -para mí- incoherentes y poco saludables que existen en ese mundo. En retrospectiva, era un momento un poco infantil, pero también un momento de reencuentro y quiebre necesario con una versión de éxito que ya no me identificaba.
Aún así, lo más lindo que tienen todas las empresas son sus personas. Tuve el privilegio de compartir con un equipo de seres muy buenos que me incentivaron a ver en mí muchos talentos que hoy sostienen EMQC. Uno de ellos, fue el de identificar cómo destrabar procesos personales en pos de un trabajo más creativo.
Un día le dije a mi líder que notaba que mis compañeros tenían un diálogo interno negativo. Se exigían mucho, parecían sentir mucha competencia y no celebraban sus fortalezas. Le pregunté si podía hacer un experimento.
El experimento fue un taller de tres horas que diseñé, preparé y facilité para mis compañeros. En él, hicimos tres ejercicios para APRECIAR nuestras fortalezas y la de nuestros colegas y así repensar qué queríamos hacer en nuestro rol y en los proyectos para sentir mayor flow y bienestar en el día a día. Fue una aventura hacia un trabajo más alineado.


Ese día fue el día que para mí comenzó EMQC y se abrieron las puertas de mi vida. Ese día, mi noción de éxito cambió para siempre.
En el taller, una de mis compañeras se emocionó hasta las lágrimas al hablar de sus fortalezas y escuchar a otros hablar de ellas. Otro compañero nos confesó que a veces sentía vergüenza de admitir en qué cosas se sentía bueno pero que ahora que otras personas le contaban que veían lo mismo, sentía más confianza para usar esos talentos en los proyectos, a viva voz.
Ese día me di cuenta que, aunque el desafío de diseñar productos y servicios para millones de usuarios era entretenido y sonaba importante, no tenía nada que ver con lo que me hacía sentir exitosa.
Ver los ojos de otros seres humanos brillar cuando los acompaño en el proceso de reencontrarse con sus habilidades y de aprender cómo traducirlas en acciones concretas en el mundo es lo que más exitosa me hace sentir en este planeta.
Los millones de usuarios son invisibles. Las promociones en las corporaciones son tan sólo títulos. Ser parte del reencuentro de una persona con su propio poder creativo, eso, para mí, es el éxito más grande.
Unos meses después renuncié y lancé El Mundo Que Creamos.
¿Qué aprendí sobre el éxito?
Te estaría mintiendo si te dijera que ya me siento en paz con este tema. Que darme cuenta qué me hace sentir exitosa fue el fin de las preocupaciones, miedos y preguntas.
De alguna manera, embarcarme en El Mundo Que Creamos y en la vida que estoy construyendo es tan sólo el principio del aprendizaje.
Ahora que estoy viviendo plenamente en “mi propia definición de éxito”, me sigo topando con las expectativas que “otros” tuvieron conmigo (o que yo creo que tuvieron) y con muchos celos hacia las personas que conocí y continuaron su camino con una definición de éxito más “tradicional” que la mía.
Sí, como leíste, celos. Muchos de mis ex compañeros de Despegar, Globant o Mercado Libre hoy son líderes, Managers, Heads, VPs. Siguieron el camino que yo compartí con ellos y crecieron en él.
Sus vidas no son perfectas -son seres humanos como yo y como vos-, pero hay muchos días que mientras trato de seguir definiendo qué es el éxito para mí, observo sus vacaciones pagas, obras sociales y bonos de fin de año con nostalgia y envidia.
Sobre todo, observo el reconocimiento que muchos de ellos tienen en la industria y los logros que han tenido dentro del mundo corporativo, y experimento sensaciones muy difíciles de explicar cuando soy consciente que, por voluntad propia, me alejé de esas posibilidades. De ese potencial.
Te cuento esto aunque me haga sentir muy vulnerable porque creo que ilustra uno de los mayores aprendizajes en mi proceso de definir qué es el éxito para mi vida y mis proyectos.
Cuando decidimos qué queremos lograr, estamos diciéndole que no a muchas cosas.
Podemos enfocarnos sólo en eso -como yo cuando miro las posibilidades de mi “anterior vida” con nostalgia- o podemos enfocarnos en a lo que le estamos diciendo que sí.
En mi caso, decirle que sí a los tipos de éxito que me proponían mis profesores del secundario, los adultos en mi niñez o los entornos hiper-competitivos de la industria corporativa me llevaban a decirme que no a mí.
A decirle que no a mi cuerpo.
A decirle que no a mi curiosidad.
A decirle que no a mi creatividad.
Por eso, aprendí que para mí el éxito tiene que venir acompañado de un sí rotundo a mis necesidades y deseos. Sino, no es éxito.


La coherencia como horizonte
En línea con esto, hace algunas semanas les pregunte en Instagram qué era el éxito para ustedes.
La mayoría me dijo que era que su actuar se encuentre en concordancia con su sentir y su pensar.
Eso es la coherencia.
¿Recuerdan cómo les dije que mudarme a Berlín ha sido el equivalente de empezar un libro de “elige tu propia aventura”?
El mayor desafío al encontrarme con tantas posibilidades es cultivar la coherencia.
Este desafío no está reservado a vivir acá, sino que, creo, es el desafío del mundo moderno en el que vivimos, el cual está plagado de opciones. Plagado también de mil maneras de distraernos y alejarnos de nuestra propia versión del éxito.
Cuando era chica creía que el éxito era el reconocimiento externo, los premios, los puestos de alta jerarquía y la retribución monetaria. Con 30 años, creo que el éxito es la coherencia.
La coherencia entre mis deseos y necesidades y lo que acepto, tanto de mí como de otros.
La coherencia entre mis valores y principios y los lugares donde invierto tiempo y dinero.
La coherencia entre las necesidades que observo en mi entorno y la forma en que actúo e influyo en él.
La coherencia entre lo que me hace sentir viva y nutrida y la manera en que paso mi tiempo.
Los desafíos
Practicar esta coherencia no es sencillo. Es una labor diaria.
Tal vez por eso el “éxito” que nos inculcan de chicos o nos tratan de vender se siente tan rígido y antinatural para mí. Porque mientras más busco la coherencia como criterio de éxito en mi vida y mis proyectos, más me doy cuenta que su definición es todo menos estática.
Mi sentido de coherencia está en constante diálogo con mis entornos. El interior y el exterior. Como yo, está en constante transformación.
Por eso, vivir en coherencia a veces se vuelve muy difícil de sostener.
No sólo porque nuestro entorno puede llevarnos a tomar decisiones incoherentes con nuestro deseo, sino a veces también porque seguir nuestro deseo hace que tengamos que reformular cuál es ahora nuestro horizonte de coherencia.
Eso me sucedió esta última semana, donde luego de presentar el primer pitch para El Mundo Que Creamos (y anunciar a viva voz cómo imagino su trayectoria a futuro) y de entrar en contacto con mi deseo de disfrute y placer, aparecieron nuevas preguntas acerca de mi desarrollo económico y de mi desarrollo creativo.
Mi noción de éxito comenzó a cambiar de escala y la ansiedad se apoderó de mí.
¿No te ha pasado alguna vez algo parecido?
En el momento en que volvés más claro el criterio de éxito para vos y tu proyecto, la ansiedad aparece queriendo llegar allí YA. O haciéndote dudar de tu capacidad para hacerlo. O llenándote de miedo acerca de todo lo que vas a dejar de lado en pos de ir a buscar eso que ya sentiste que para vos.
Este frenesí me ha llevado muchas veces a actuar rompiendo mi unidad de coherencia (la correspondencia entre mi sentir, pensar y actuar), haciéndome perder en mi camino.
Tal vez por eso evitamos hacernos las preguntas incómodas que nos llevan a definir qué es coherente para nosotros. Qué es el éxito. Porque una vez que comenzamos a hacerlo de manera constante y consciente, no sólo aparecen los fantasmas de nuestros miedos, sino también el requerimiento a responder hábilmente a este nuevo llamado.
Lo que me trae al último punto de esta entrega. La escala.
La escala
En mi camino, ha sido fundamental repensar mis escalas para poder actuar con coherencia, aliviando la ansiedad de querer lograr mucho, muy rápidamente.
Desafortunadamente, vivimos en una cultura donde el éxito se mide desde la noción de crecimiento acelerado. Lo cual agrega una capa más a este último desafío.
No estoy en contra del crecimiento, como todo, tiene su lugar en nuestros caminos. Estoy en contra del crecimiento por encima del desarrollo. ¿Sabías que no son lo mismo?
El desarrollo no puede cuantificarse tan fácil como el crecimiento, pero es justo su esencia cualitativa la que nos habilita una relación más sana -y más coherente-con la escala y el tiempo de nuestros éxitos.
Porque pensar en nuestro desarrollo en lugar de sólo nuestro crecimiento nos permite integrar más variables a la ecuación. En mi caso, por ejemplo, no sólo pensar en cuánto dinero hago sino en cómo lo hago, con cuántas horas de trabajo, con qué tipo de proyectos y si me divierto y estoy saludable en el proceso de generarlo.
Si extrapolamos esta mirada de desarrollo por sobre crecimiento a nuestro entorno, volvemos a encontrarnos con la necesidad de una escala más pequeña en el éxito de nuestros proyectos para que, en su conjunto, desarrollen a nuestra sociedad y no, en pos del crecimiento ilimitado, destruyan nuestras relaciones, nuestro medioambiente y nuestro futuro.
Una nueva perspectiva
Es entonces cómo, luego de recorrer mi infancia, mis veinte años y mi camino hasta este primer lunes de Noviembre de 2024, descubro que el éxito no es una foto estática como las que veía en las películas o revistas de mi infancia.
Sino que es la combinación de dos variables en constante transformación: la coherencia y la escala.
Esta nueva perspectiva me lleva a priorizar mi desarrollo por sobre mi crecimiento ilimitado y ajustar las escalas de mi proyecto e impacto a tamaños tal vez más “pequeños” pero muchísimo más exitosos en su grado de congruencia con mis necesidades y deseos.
Por eso, quiero invitarte a recorrer tu camino con el éxito para que puedas crear la definición que quieras. Para que puedas descubrir cuáles son tus variables y si tal vez, ya llegó la hora de que tu descripción se transforme para que esté en concordancia con lo que has aprendido hasta ahora en tu vida.
Sobre todo, quiero invitarte a sentarte con las sensaciones que aparezcan y registrarlas, para que la escala de tus éxitos sea propia y no ajena.
Y por último, quiero dejarle un mensaje a la pequeña Aye que todavía acarrea con el miedo a no desarrollar su potencial en este mundo.
Aye, la única manera de desarrollar nuestro potencial es viviendo una vida que nos haga sentir bien. Sólo desde nuestro bienestar pueden brillar nuestros talentos, podemos construir relaciones, servir a otros y ser parte de comunidades que regeneren lo que se ha roto entre nosotros. Una vida coherente, es una vida saludable y abundante, aunque no se vea como creías que iba a verse o como otros querían que se vea para vos.
Desde ese bienestar, tu potencial se potencia.
Nos vemos el próximo mes para explorar este tema desde el Comprender (¡datita!) y el actuar (¡ejercicios!).
Gracias por estar ahí,
Aye
Gracias! Necesitaba recordarme eso :)