La vulnerabilidad de hacernos cargo de lo que queremos.
Qué tema el deseo, ¿no? Una pulsión tan desconocida que impregna cada aspecto del mundo que creamos.
¿Qué deseo?
Cuántas vidas tal vez se cambiaron, cuántos pasajes se compraron, cuántas relaciones se crearon o terminaron y cuántos niños nacieron a partir de esta pregunta. Una pregunta que a veces parece llegar tarde a nuestra vida y que muchas veces arriba para cambiarlo todo.
Qué tema el deseo, ¿no? Una pulsión tan desconocida que impregna cada aspecto del mundo que creamos. Todas nuestras acciones, de alguna u otra manera, se movilizan por un deseo. A veces de manera consciente y a veces desde la sombra. Algo nos mueve para acercanos o para separarnos de eso que queremos (o no) en nuestra vida.
En los procesos creativos que acompaño, el deseo es el puntapié inicial de la experiencia. “Quiero trabajar de manera independiente y viajar”. “Quiero rediseñar cómo me presento y presento mi trabajo a otros”. “Quiero armar algo propio”. Dentro de ese “quiero” anidan muchas capas de deseos. Algunos primarios (tener seguridad material, ser vistos, reconocidos y aceptados como somos) y otros de órdenes superiores (autorrealizarnos, encontrar un propósito, desafiar las narrativas que ya no nos representan).

Cualesquiera sean los deseos que existen dentro del anhelo que sí podemos identificar, descubrirlos, reconocerlos y comprenderlos es una gran parte del proceso creativo. Porque, como una vez me dijo mi psicóloga, la acción sin intención es distracción. Entender la intención de nuestras acciones es adentrarnos en la caja negra de nuestros deseos con curiosidad y, sobre todo, con apertura.
La entrega de este mes se llama “la vulnerabilidad del deseo”. Porque el proceso de investigar y comprender lo que deseamos es un proceso vulnerable. ¿Qué significa vulnerable? A mí me gusta la definición de Brené Brown:
“La vulnerabilidad es la emoción que sentimos durante períodos de incertidumbre, riesgo y exposición emocional.”
Hacernos cargo de lo que queremos es incierto, riesgoso y nos expone. En mi experiencia, no es tan fácil como algunos gurúes del desarrollo personal nos quieren hacer creer. Las personas no vivimos vidas que no deseamos sólo por falta de ambición o fuerza de voluntad. A veces lo hacemos porque adentrarnos en nuestro deseo desorienta y desestabiliza.
Por eso este mes espero que este newsletter te dé pequeñas islas de coherencia frente al caos del deseo en forma de conceptos y reflexiones que hagan de su exploración un viaje un poco más certero. Porque si algo aprendí en este casi año viajando y explorando mis deseos es que debemos hacerlo con suavidad y firmeza en igual medida y preferentemente, acompañados.
¿Empezamos?
La vulnerabilidad de hacernos cargo de lo que queremos y de lo que podemos
Las excusas
Para comenzar a hablar sobre lo vulnerable que se siente ir por nuestros deseos, quiero confesarte algo.
No he estado haciéndome cargo de lo que quiero y de lo que puedo.
Sí, hace un año comencé a viajar y decidí mudarme a Europa. Apliqué y quedé seleccionada en un programa para fundadores que me llevó a África. Saqué mi visa alemana y ahora voy por mi ciudadanía italiana. En ese sentido, finalmente me hice cargo de mi deseo de viajar más, emigrar y salir de mi zona de confort.
Pero en lo que respecta a El Mundo Que Creamos, me he mantenido… chiquita. Todavía no lancé las charlas al público y masterclasses. Sigo sin lanzar los programas oficialmente (aún cuando ya tengo 6 procesos en marcha, validando mi oferta como viable y deseable). Le escapo a crear contenido “estratégico” para aumentar mis ventas o seguidores. No me senté a armar mi modelo de negocios. O mi web oficial. O un horario de trabajo ordenado y enfocado.


Tal vez estás pensando lo mismo que yo pienso. Bueno Aye, cambiaste toda tu vida en un año, te fuiste sola a andar por el mundo y a crear un nuevo hogar en otro continente. Ya mucho has hecho en esas circunstancias.
Sí, coincido.
También, yo sé que ha llegado el momento de aceptar que aunque hay períodos más estables (y este año estoy activamente buscando llegar a esa estabilidad), la vida tiene esa condición de cambio constante que hace que nunca exista el momento “perfecto” para tomar la decisión de comprometernos de todo corazón con lo que queremos hacer crecer.
Por eso, hace algunas semanas me ha empezado a incomodar mi discurso de cómo estoy construyendo El Mundo Que Creamos. Me ha empezado a hacer ruido mi relajación constante. Mi laissez faire. Ya aprendí a no accionar sobre mi deseo desde la exigencia y la inflexibilidad, como lo hacía hace algunos años. Pero me doy cuenta que accionar desde el discurso del “bienestar”, se puede convertir en otro mecanismo de autoboicot para no habitar el poder que sé que tengo.
Esta es la primera capa de vulnerabilidad que encontré en el camino de hacerme cargo de mis deseos: para construir lo que quiero de manera equilibrada, primero tengo que mirar a la cara a mis propias excusas. Las maneras en que me autoengaño a mí misma. Qué tarea más incomoda.
Las distracciones
“Cuando te acercas a tu propósito, puede ser abrumador. Por eso a veces cuando lo hacemos, inmediatamente después, nos alejamos.”
Esta frase es una más de mi psicóloga. Me la dijo hace algunos meses cuando le comenté que notaba que cada vez que hacía un paso con mi empresa, inmediatamente después aparecía un “conflicto” o problema en mi vida que requería de toda mi atención.
Mientras más habito el mundo de EMQC, más entro en contacto con mi propósito. Continuando con la honestidad brutal de esta entrega, dejame decirte algo. Entrar en contacto con tu propósito apesta. Tal vez la palabra no sea propósito, porque siento que la noción de encontrar “esa cosa específica que viniste a hacer al mundo” es terriblemente asfixiante (ya lo hablamos en esta entrega). Tal vez la palabra es poder.
Mientras más habito el mundo de EMQC, más entro en contacto con mi poder.
Mientras más entro en contacto con mi poder, más quiero distraerme.

Las distracciones que creamos en el camino de construir nuestros proyectos a veces son evidentes y a veces muy sutiles. Una forma que aprendí para reconocerlas, como mencioné al principio de la publicación, es empezar a distinguir qué acciones realizo desde una intención clara y coherente y qué acciones son huérfanas de intención. Porque, como ya te dije, la acción sin intención es distracción.
En mis programas de diseño-coaching, ese es tal vez uno de mis mayores roles, ayudarte a crear una intención clara para tus acciones y asegurarme que se mantenga presente en cada paso del proceso de diseño. Ahora que lo pienso, de eso siempre se trató mi trabajo como diseñadora, aún cuando lo que buscábamos crear era un producto digital y no un emprendimiento.
La diferencia hoy, en los procesos que acompaño y en mi propio proceso diseñando mi vida y mi organización, es que la creación y exploración de las intenciones y las distracciones se vuelve una danza más sutil y sensible. Más vulnerable.
Por eso, no quiero demonizar las distracciones. Como todo, cumplen una función.
Upper Limit Problem
Hace dos años leí The Big Leap del psicólogo Gay Hendricks. Fue el libro que marcó mi renuncia a mi puesto en Mercado Libre y el comienzo de El Mundo Que Creamos. Yo estaba en Colorado, visitando a la familia de mi ex pareja. Recuerdo vívidamente las sensaciones corporales que tuve mientras lo leí, mirando las montañas y entendiendo que ya era hora de seguir mi deseo y dar “ese gran salto”.
En The Big Leap, Hendricks desarrolla la teoría del Upper Limit Problem (”el problema del límite superior”). En resumen, la teoría establece que las personas establecemos un límite interno a cuánto éxito, felicidad, amor y alegría nos dejamos experimentar. Si superamos ese límite, nos saboteamos porque no nos permitimos salir del estado conocido. De repente, si una relación está avanzando, si tenemos una oportunidad laboral o algo “bueno” para nosotros está sucediendo, aparece el conflicto, las dudas, la preocupación o a veces la enfermedad. Nos “traemos” de nuevo a la zona de confort que conocemos.
En mi experiencia, las distracciones son un poco esto. Mi trabajo con EMQC lo está haciendo muy evidente. Cada vez que doy un paso hacia adelante en su crecimiento, me distraigo con algún “problema” de mi vida. Generalmente utilizo las relaciones sexoafectivas como escape. Cuando estaba en pareja, ponía mi atención en los conflictos con él. Ahora que estoy soltera, pongo mi atención en “todos los problemas” que existen en el mundo de las citas.
Cualesquiera sea tu “fuente de problemas”, te invito a analizar si esos conflictos que vuelven una y otra y otra vez funcionan como distracciones, alejándote de la concreción de deseos que podrían llevarte más allá de tu “límite superior”, generando desorientación y crisis.
Expandir nuestra ventana de tolerancia y capacidad de disfrute
Hasta ahora exploramos dos capas de vulnerabilidad entre nosotros y nuestro deseo: el autoengaño y el autoboicot. Las dos nos distraen, permitiéndonos mantenernos dentro de nuestros límites tolerables de disfrute. La pregunta ahora es, ¿cómo trascenderlas?
Aquí es donde la suavidad y la ternura se vuelven protagonistas. Dejame explicarte por qué.
El año pasado, antes de emigrar oficialmente, trabajé 1:1 con Olivia Ávalos para desarrollar mayor consciencia somática en mis procesos emocionales e incorporar herramientas para sostenerme en lo que se venía. En su newsletter e instagram, ella habla muchas veces acerca de la procrastinación, el lugar favorito de las distracciones. Explica que la procrastinación es el resultado de un sistema nervioso desregulado frente a la percepción de amenaza o desafío emocional.




Por eso, el trabajo fundamental para hacernos cargo de nuestro deseo y accionar en consecuencia es el ejercicio de expandir nuestra ventana de tolerancia frente al estrés para afrontar la incomodidad de transcender nuestros propios límites sobre lo que es posible, lo cual termina por ampliar nuestra capacidad de disfrute.
Este trabajo no es inmediato. Debe hacerse con cuidado, con suavidad y ternura. Sobre todo, debe hacerse con curiosidad. Curiosidad acerca de qué intenciones existen detrás de mi deseo: ¿quiero ser vista? ¿Quiero ser amado? ¿Busco protección? ¿Qué busco? Mientras más primaria esa necesidad, tal vez más expuesto me sienta al buscar satisfacerla.
Las adicciones y las preferencias
En este viaje hacia nuestro deseo ya atravesamos las excusas, las distracciones, nuestros límites y nuestra tolerancia. ¡Qué travesía más vulnerable!
Cada uno de estos portales nos trae hasta nuestras intenciones y necesidades. Muchas de las cuales se formaron cuando éramos pequeños y persisten durante nuestra vida, a veces buscando satisfacerse de maneras no funcionales. Alejándonos de nuestra potencia y nuestros proyectos.
Una forma de mirar a esas necesidades que me ha ayudado mucho es aprender a distinguir si se convierten en adicciones o son tan sólo preferencias. Esta mirada la aprendí leyendo el libro Abre tu corazón al amor (Handbook to Higher Consciousness) de Ken Keyes, el cual me encontré en la calle en Berlín al principio del mes de enero. Sí, la magia de Berlín actuando de nuevo.

El autor propone que una adicción emocional es un apego intenso a algo externo para sentir felicidad, seguridad o amor que nos genera sufrimiento cuando no lo obtenemos. “Necesito que me ames, sino, sufro.”
Una preferencia, por otro lado, es una elección consciente de algo que nos gusta o nos hace sentir bien pero sin generar apego o sufrimiento si no se cumple. “Me encantaría que esta persona me ame, pero si eso no sucede, sigo en paz.”
Esta distinción me parece importante porque si estamos hablando de seguir nuestro deseo, apegarnos al resultado de nuestras acciones puede ser una manera de aumentar nuestra vulnerabilidad exponencialmente, aunque el apego nos brinde una ilusión de control.
Mantener la constancia y la voluntad
En última instancia, el apego a resultados externos pone en peligro nuestra capacidad de constancia para materializar esos deseos de los que hoy tenemos más consciencia.
Cuando emprendemos, uno de los grandes riesgos es volvernos dependientes de resultados que no podemos controlar. Es así que comienza a flaquear la consistencia porque “nadie le pone like a mi publicación” o “nadie me pregunta por mis servicios”, etc.
Todas las personas están en su propia obra de teatro, probablemente preocupadas por sus deseos, sus necesidades y sus apegos.
Nuestra voluntad tiene mejor cauce si la enfocamos en explorar la intención detrás de nuestros deseos junto a nuestro autoboicot y autoengaño para luego buscar creativamente maneras de satisfacer las preferencias que tenemos.
Ese ejercicio construye la flexibilidad que los mejores emprendedores y creativos tienen. El horizonte al que queremos llegar se mantiene (el cual entra en foco y gana claridad con la exploración de nuestras intenciones), pero la forma en que caminamos hacia él muta. La constancia está en seguir dando un paso tras otro, aunque a veces vayamos por un sendero marcado, otras debamos meternos dentro de un bosque o nadar y atravesar un río.
En resumen, sólo podemos comprometernos con nuestro deseo si entramos en íntima relación con él, practicando la honestidad radical acerca de su condición como adicción o preferencia y, una vez que lo miramos a los ojos, honrándolo paso a paso mientras ampliamos nuestra capacidad para creer que sí, merecemos materializarlo.
No persigas tus deseos
Esta entrega no fue inspirada por una experiencia específica, sino por la toma de consciencia que 10 meses viajando, 16 meses emprendiendo y 9 meses sin pareja está creando en mí alrededor de mis deseos.
Mi mayor aprendizaje es haberme dado cuenta que crecí creyendo que la importancia de los deseos reside en lo que puedo obtener al perseguirlos, cuando su valor se encuentra en lo opuesto.
Mis deseos son valiosos porque revelan partes de mí que ansían ser vistas. Mis deseos son valiosos porque me vulneran. Y también, porque reflejan lo que vengo a brindarle al mundo. ¿Deseo más juego en mi vida? Mi camino es habilitarlo para que otros también puedan jugar. ¿Deseo mayor seguridad material? En el camino a conseguirlo, aprendo lo que puedo luego compartir con otros.
No se trata de perseguir nuestros deseos. Se trata de escuchar nuestros deseos. No se trata de perseguir su satisfacción. Se trata de brindar a nosotros mismos y al mundo su plenitud.
Entonces, el acceso a nuestros deseos no depende de circunstancias externas. La vulnerabilidad no se refiere a la incertidumbre, los riegos y la exposición emocional que atravesamos cuando salimos a buscar afuera de nosotros lo que queremos.
La vulnerabilidad del deseo se trata de la incertidumbre, los riegos y la exposición que experimentamos al imaginar la nueva versión de nosotros mismos que el deseo viene a mostrarnos.
Una versión que está latente dentro nuestro, esperando que escuchemos su llamado.
Hasta el próximo mes.
Gracias por estar ahí,
Aye ✨
Ohh Aye, tu newsletter llegó en el momento más indicado!
"La acción sin intención es distracción" --> mi nuevo mantra!
Gracias por compartir tus reflexiones <3
Ana