La incomodidad de tomar decisiones
Nada de lo que decidimos es para siempre. Y a la vez, sólo tomando decisiones podemos crear algo que perdure.
Cuando recibas este newsletter, yo ya voy a estar de nuevo en Europa, esta vez sin fecha de retorno a Argentina.
Siendo honesta, mi presupuesto energético actual es muy acotado.
En las últimas dos semanas me he tomado siete aviones y aunque intenté sentarme a escribir una entrega “completa” como todos los meses, no pude hacerlo.
Debido a eso, este mes sólo será sobre el Ser.
Específicamente sobre qué sucede al nivel del Ser cuando tomamos decisiones.
Este último año tomé muchas decisiones que cambiaron por completo mi realidad. Y aunque cada una de estas elecciones fueron hechas luego de un proceso personal profundo, todas han sido terriblemente incómodas.
Por eso, quiero escribirte sobre la incomodidad de tomar decisiones y sobre lo incognoscible de tomar decisiones.
Ya que nuestros proyectos no pueden materializarse a menos que nos animemos a decidir.
Antes de empezar, te propongo cerrar los ojos, hacer cuatro respiraciones dejando entrar el aire a tu panza y exhalándolo por la nariz. Permitiendo que tu cuerpo se relaje en la silla y se sienta seguro.
¿Estás listx?
Empezamos.
¡El Mundo Que Creamos tiene una nueva identidad!
Este proyecto está evolucionando, por lo que decidí que era hora que también evolucione su identidad visual. La nueva marca fue creada por Mechi Barrón, diseñadora e ilustradora de Buenos Aires.
Mechi es una gran profesional, con una sensibilidad para traducir conceptos al mundo visual que pocas veces vi. ¡Hizo un trabajo increíble! Si querés contactarla para trabajar con ella, lo podés hacer acá.
“Diseñar es tomar decisiones”
Esta frase se la dije a Lau en nuestra primera sesión de trabajo.
Lau es emprendedora social y también amiga. Hace tiempo que quiere desarrollar un servicio para empresas y no sabía cómo encarar su construcción. Por eso, le ofrecí probar con ella mi programa.
“Tengo muchas ideas y no sé cuál elegir”, me dijo. “Quiero incluir todo… comerme el elefante de un bocado. Como no puedo hacerlo, me frustro y lo dejo.”
Lau no está sola en esta experiencia. Cualquier persona que se anima a crear algo eventualmente se encuentra con esta realidad: la única manera de avanzar y concretar nuestras ideas es eligiendo. Y elegir puede ser muy, muy incómodo.
Yo también experimento esta incomodidad. En este proceso de emigración, hay días en que me siento completamente loca por estar eligiendo un movimiento que por momentos duele. Hay días donde sólo puedo pensar en lo que creo que voy a perder y olvido todo lo que puedo ganar.
Por eso, creo que no querer elegir es una forma de protegernos de estas pérdidas percibidas y de la incomodidad que sentimos cuando aparece el miedo a equivocarnos y la incertidumbre de lo desconocido.
El miedo a equivocarnos
Nuestra cultura occidental tiene un concepto del error muy paralizante: lo asocia al fracaso.
Por ejemplo, cambiar de carrera universitaria se ve como una “equivocación” en nuestra toma de decisiones. Lo mismo sucede si terminamos una relación de pareja o cambiamos de trabajo. Eso que emprendimos y “no funcionó”, se califica como una derrota.
Para mí, esta visión se construye desde la noción de que las decisiones deben ser permanentes para que sean exitosas.
Lo entiendo, puede ser muy angustiante aceptar que la permanencia es en realidad una ilusión y que todo -incluidos nosotros- se encuentra en continuo cambio.
Pero también aceptar la transformaciones constantes de esta vida puede alimentar nuestra confianza, asegurándonos que las decisiones que tomemos no sólo no deben ser permanentes sino que es imposible que lo sean.
Acá aparece otra hermosa paradoja creativa:
¿Qué significa equivocarnos?
Quiero contarte una historia.
Weiran es de China pero vive en Estados Unidos. La conocí hace algunos meses cuando empecé a ser su mentora en Diseño a través de una plataforma para la que trabajo hace un par de años.
Después de casi quince sesiones juntas, noté que cada vez que aparece un bloqueo creativo ella me dice: “I’m afraid of making a mistake” (tengo miedo de cometer un error).
De repente, algo en mi mente hizo click al escuchar la palabra “mistake”.
“Dejame que busco la etimología de equivocación”, le dije en inglés.
Como sospechaba, “mis” se refiere a perdido (de ahí “missed opportunity”). “Take” viene, literalmente, de “get a grip” o sea, tomar o agarrar.
Un mistake no significa hacer algo de forma errónea sino fallar en tomar un sentido de aquello que hicimos.
Cuando lo veo de esta manera, la única forma en que mis decisiones pueden ser equivocadas, es si pierdo la oportunidad de obtener sentido de las mismas, aprendiendo de ellas más allá de su resultado.
Si te reenviaron este newsletter, podés suscribirte acá 👇🏻
La incertidumbre de lo desconocido
En paralelo al miedo a equivocarnos, cuando tomamos decisiones también aparece la incomodidad de la incertidumbre. Al crear algo nuevo, cada paso que damos modifica nuestra realidad y nos aleja de lo que conocemos.
Además, aquello que creamos tiene que pasar por un proceso de caos antes de ordenarse en una forma concreta y eso puede ser terriblemente desestabilizante.
En mi experiencia, no saber cómo se ordenará lo que imaginamos también puede acarrear sentimientos de vergüenza (o shame, en inglés). Sobre todo cuando otras personas (algunas que te quieren y otras no tanto) te preguntan qué estás haciendo, qué vas a hacer, cómo y cuándo.
Proteger los primeros momentos
El año pasado, alrededor de dos meses después de empezar mi camino independiente, fui a trabajar a las oficinas de una startup argentina donde tengo un par de conocidos.
En ese momento, El Mundo Que Creamos no existía. Yo sólo sabía que quería construir algo propio e independiente. Todavía no sabía bien cómo. Incluso en esos tiempos la idea era hacerlo con una amiga.
Luego de la jornada laboral, nos fuimos a tomar algo a un bar cerca de las oficinas. El fundador de la startup me preguntó por mi proyecto.
Yo sólo podía responderle con abstracciones, frases un poco vagas y una visión borrosa. Lo único que tenía en claro era mi propósito de cultivar una acción creativa desde adentro hacia afuera, uniendo el quiebre que hay entre creador y creación en un mundo que sólo mira resultados.
“Todo muy lindo”, me dijo. “¿Pero cuál es tu modelo de negocio? ¿Cómo vas a hacer dinero?”
Obviamente, todos los proyectos tienen que pensar en su sostenibilidad económica para poder perdurar en el tiempo y materializar su visión. Pero en ese momento, la pregunta me pareció violenta. No porque esa haya sido su intención, sino porque supe en mi cuerpo que todavía no era momento de definir eso… no podía hacerlo.
Me faltaba información y, sobre todo, me faltaba experimentación con mi propia idea.
Volví a mi casa un poco cabizbaja, sintiendo vergüenza e inseguridad.
Recordé el día en que Clari, mi amiga-hermana, tuvo a su hija Olivia. Recordé cómo esa primera semana ella y Juan, su pareja, pidieron que nadie los visite en el hospital hasta que ellos avisen.
Necesitaban tiempo a solas con su creación más preciada en su momento más vulnerable: los primeros días de su vida.
¿Por qué te cuento esta historia?
Porque en ese momento aprendí a elegir mejor con quién compartir mi incertidumbre y la vulnerabilidad que ella acarrea.
Creo que ese es el primer paso para transitarla. Proteger la fragilidad de ese momento para no permitir que la incomodidad, angustia o vergüenza nos frene.
La incertidumbre se transita decisión a decisión
Después de ese día seguí experimentando con mi idea.
Diseñando prototipos y buscando recursos.
Seguí, seguí y seguí.
De repente, El Mundo Que Creamos comenzó a tomar forma, y hoy lo sigue haciendo.
Toma forma porque todos los días, más allá de la incertidumbre, yo trabajo en él. Todos los días.
Afino la propuesta. Pruebo los programas. Aplico a aceleradoras. De repente me voy a África. Charlo con personas. Mando mensajes. Conecto con profesionales. Trabajo en el rebranding. Sigo puliendo la voz y el tono.
Tomo decisiones.
Lo hago sin tener definiciones a largo-plazo. Sin saber exactamente cómo la “gran” visión se materializará. Me enfoco en el próximo paso que tiene sentido en mi estrategia actual y que se siente correcto.
Hago mucha terapia, coaching y journaling para mantener el canal abierto y lo más limpio posible.
También lloro, me quejo y dudo de mí y el proyecto.
Pero en medio de todo eso, decido.
Sólo así, decisión a decisión, transito la incertidumbre.

Lo desconocido… y lo incognoscible
Decidir tiene muchas aristas. El miedo a equivocarnos y la incomodidad de la incertidumbre son tal vez dos de los muchos estados que un ser humano atraviesa cuando, finalmente, elige.
Nuestros estados son influidos por nuestro foco atencional. Cuando tomamos una decisión: ¿Nos concentramos en aquello a lo que le dijimos que no o en aquello a lo que estamos diciéndole que sí?
Siendo honesta, reconozco que yo -todavía- tiendo a pensar más en lo que dejo de lado que en lo que me abro a recibir.
Hace algunos días, entre lágrimas, les dije a mis amigas que tenía miedo de irme del país “con tan pocos planes”.
¿Qué pasa si me quedo sola? ¿Qué pasa si no consigo darle forma a mis proyectos? ¿Qué pasa si me alejo de la gente que quiero? ¿Qué pasa si…?
Ellas me miraron, con la paciencia y el amor infinito que me tienen, y me hicieron dar cuenta que en ningún momento estaba usando mi rica imaginación para crear escenarios sobre todo lo que puede ser posible y es mucho más lindo que la película de terror que me estaba proyectando.
Todo a lo que, sin saberlo, le estaba diciendo que sí.
Ahí tal vez está el mayor desafío para nuestra mente controladora, reconocer lo incognoscible del efecto que un sólo sí -una sola decisión- puede tener en nuestras vidas.
Para ejemplificar esto y cerrar este mini-newsletter, te quiero contar una última historia.
El sí que me llevó hasta África
Si me seguís en Instagram o LinkedIn, ya sabés que hace una semana viajé a Ghana.
El motivo del viaje fue un “Co-lab” o clínica de práctica del programa de liderazgo, innovación social y ciudadanía global (“global citizenship”) del que soy parte.
Los pasajes, los traslados y la comida fueron cubiertos por la Fundación Melton, quien lo lleva adelante.
¿Cómo llegué a tal experiencia?
Por un conjunto de decisiones que comenzaron mucho antes que EMQC (motivo por el cual me seleccionaron en el cohorte de 2024) existiera. Decisiones que estaban diciéndole “sí” a muchas más cosas de las que yo podía imaginar.
En 2023, le dije a un ex compañero de equipo que estaba haciendo un proceso de coaching con Shari para animarme a empezar algo independiente.
Mi compañero me recomendó que me contacte con Dani, coach, creativa y facilitadora que “le hacía acordar mucho a mí” y seguro podría darme consejo, amistad y/o guía.
Dije que sí y decidí contactarla. Nos conocimos y nos hicimos amigas.
Dani, unos meses después, me invitó al retiro de Art of Hosting (Liderazgo Participativo) que iba a llevarse adelante en Mendoza.
Yo recién había renunciado a mi trabajo. Estaba en Colorado visitando a la familia de mi ex novio y no tenía la más mínima idea de qué iba a hacer de mi vida.
Dije que sí y decidí comprar los pasajes.
En el retiro, conocí a Pedro, ingeniero ambiental y facilitador chileno que había participado en el programa de la Melton el año pasado.
Al volver a Buenos Aires, me mandó un mensaje motivándome a aplicar.
Dije que sí y preparé la aplicación.
Meses después, estaba en Ghana.
En resumen
La cadena de decisiones que me llevaron a África tienen sentido en retrospectiva pero, como te imaginarás, eran imposible de prever mientras las estaba tomando.
Por eso, estaría mintiendo si creyera que el misterio de la creatividad puede ser planificado y facilitado tan fácilmente en decisiones concretas, lógicas y lineales.
Cada decisión que tomamos, modifica el escenario y el contexto de maneras inesperadas.
Con cada transformación, emergen nuevas posibilidades que no admiten diseño o cálculo.
Está en nosotrxs desarrollar la capacidad cognitiva, somática y emocional para sostener el miedo a equivocarnos y la incomodidad de la incertidumbre de tomar decisiones. Para así poder poner atención a lo que aparece en nuestro camino y responder a su llamado.
Espero que estas historias te inspiren a repensar qué son los errores, a proteger tus momentos de incertidumbre, a navegar la incomodidad a través de la acción consistente y a concentrarte más en aquello a lo que estás diciéndole que sí, aunque todavía no puedas imaginártelo.
Es lo que estoy practicando yo en este momento, mientras sobrevuelo el Atlántico, dejando atrás lo que conozco y adentrándome a un misterio que me aterra y me entusiasma.
Llevando conmigo dos maletas y la esperanza de que esta decisión esté creando muchos “sí” inimaginables.
Ah, ¿y el viaje a Ghana?
El próximo mes, te cuento todo lo que aprendí de esa experiencia.
Gracias por estar ahí,
Aye.
Gracias por compartir tan lindas historias! Es increíble cómo pequeñas decisiones nos llevan a lugares y experiencias que nunca hubiéramos imaginado! Hay un montón de posibilidades inesperadas que están a la espera <3 Muchos éxitos!!