Hola, ¿cómo estás?
Yo estoy de nuevo en Alemania después de pasar un mes en Barcelona. Si me conocés o me seguís en redes, ya sabés lo que voy a contarte.
Me voy de Berlín.
Todavía me parece tan raro decirlo en voz alta.
Es que, como ya te he contado en otras entregas, venir a vivir a esta ciudad fue un paso que cultivé durante 8 años de mi vida. Entre la primera vez que pisé este país y el fin de Agosto pasado, cuando llegué oficialmente.
Seis meses después, no esperaba que esto sucediera. Honestamente, no sé si será para siempre o no. Aprendí que entender qué necesito es un proceso muy paso a paso, igual al proceso de comprender qué necesita mi proyecto.
Aceptarlo no ha sido fácil. Me encantaría seguir teniendo planes “perfectos” como los que creí que tenía al llegar acá. Un año en Berlín acomodándome, luego un año de maestría, luego un trabajo mientras sigo construyendo El Mundo Que Creamos, luego…
Pero lo que tienen nuestros planes es que, inevitablemente, dejan una variable afuera. La experiencia. No sabemos cómo nos vamos a sentir una vez que comencemos a experimentar nuestras decisiones. No tenemos forma de saberlo.


Cuánto vértigo me hace sentir eso. También, cuánta libertad.
Me hace reflexionar acerca de un aspecto de los deseos que propulsan nuestros proyectos. Su posible caducidad. Porque a veces, la persona que somos cuando deseamos algo no es la misma persona que luego lo experimenta. O también, experimentarlo nos transforma.
Cuando eso sucede, es menester que actualicemos nuestros deseos… que cambiemos de opinión. Pero hacerlo puede ser muy difícil. Puede provocar muchas emociones y desregulación en nuestro sistema. Puede darnos miedo, incertidumbre y hasta vergüenza.
Por eso, en esta entrega, te quiero hablar sobre el proceso de actualizar nuestros deseos. Porque si de crear una vida y un proyecto auténtico y genuino se trata, tal vez tengas que actualizar algunos de los tuyos para dar los pasos que tu visión necesita. A decir verdad, lo más probable es que debas hacerlo.
Sin mas preámbulo, te invito a servirte un vaso con agua o una taza de té. Sentarte en un lugar cómodo, conectar con tu respiración y el peso de tu cuerpo sobre la silla o el sillón y comenzar a leer el newsletter de este mes.
¿Empezamos?
Duelar un sueño: mi historia con Berlín
Tenía 21 años cuando vine a Berlín por primera vez. No había terminado la universidad, mi mamá seguía viva, todavía no tenía experiencia laboral y no sabía ni una palabra del idioma.
En los ocho años que pasaron hasta que vine todo eso cambió. Me recibí y seguí estudiando continuamente. Trabajé durante 7 años sin interrupción. Mamá se fue. Estudié tres años de alemán.
Un día, finalmente, compré el pasaje, alquilé un cuarto y me mudé acá.
Llegué con muchísimas ilusiones y expectativas. Cuando me preguntaban cómo estaba, continuamente respondía que “había llegado a casa” porque así lo sentía. Finalmente estaba en el lugar que había soñado durante tantos años. Caminando las calles que estaban impresas en mi memoria. Hablando un poco de alemán todos los días. Respirando las infinitas posibilidades de un lugar nuevo.
Recuerdo que cuando llegué algunas personas me aconsejaron esperar a pasar mi primer invierno antes de tomar la decisión de quedarme de manera permanente. Yo los escuché e ignoré en igual medida. ¿Cómo tres meses de invierno podrían cambiar ocho años de espera?
Bueno, el invierno no dura tres meses. Dura seis. Durante esos seis meses la ciudad cambia, y mucho. No es la misma que experimenté en Abril del año pasado, cuando vine un mes de prueba. Tampoco es la misma que experimentan otras personas que ya tienen un grupo de amigos en la ciudad, una pareja o un trabajo donde construir comunidad.
La ciudad que me tocó vivir en estos seis meses de frío ha sido una que no conocía ni imaginaba. Una ciudad que me ha hecho enfrentar con mis miedos más grandes: la soledad y el silencio.
Sí, conocí mucha gente nueva y hermosa que hoy forma parte de mi vida. Fui a fiestas y eventos. Tuve momentos de mucha alegría y disfrute. También pasé veinte días sin ver el sol. Semanas enteras sin ver a nadie fuera de una pantalla. Mañanas sin querer levantarme de la cama y cuatro días casi sin comer que verdaderamente me preocuparon.


Al principio no noté cómo el entorno me estaba afectando. Siendo honesta, hablo mucho de la vulnerabilidad pero me cuesta bastante ser vulnerable. Hay una parte de mí que siente que lo puede todo y no quiere “achicarse” frente a ningún desafío. ¿Cómo podría tirar la toalla tan pronto?
Lo intenté. Aunque mi psicóloga me recomendó que no salga con nadie durante este período de restructuración vital, seguí saliendo a citas que -obviamente- no funcionaron, profundizando mi sensación de soledad. Compré muebles para decorar mi cuarto aunque ya sabía que su ubicación no me gustaba ni me ayudaba (está lejos del centro, a 50 minutos de cualquier lado). Acepté invitaciones a eventos o salidas con nuevos amigos con los que no me sentía cómoda para no quedarme “otra noche más sola”.
Nada de esto lo veo como un error. Es parte de la experiencia. Es exactamente lo que necesitaba vivir para comenzar a entender cuáles son mis nuevos límites, mis nuevas necesidades y, sobre todo, mis nuevos deseos.
Para mí la creatividad es eso, es experimentar y elegir. Es animarnos a hacer las cosas de manera diferente. En ese sentido, estos seis meses en Berlín fueron absolutamente perfectos.
Me saqué las ganas de muchas cosas. Pude experimentar desde la realidad (y no mi imaginación) cómo es vivir en esta ciudad. Enfrentarme con mis miedos me ayudó a trascenderlos. Hoy siento que la soledad y el silencio ya no manejan mis decisiones. Hoy puedo darles el espacio que merecen, dejando ir el miedo acoplado a ellos.
Por eso, hoy también puedo dejar ir el sueño de “lograr” construir una vida acá, en este momento. Porque ese sueño estaba lleno de condiciones. Tenía que ser en Berlín. Tenía que ser en un período de tiempo específico. Tenía que ser cómo yo lo había imaginado.
Pero, ¿qué Ayelén lo había imaginado? La Ayelén que todavía no lo había vivido.
La sabiduría de la experiencia
En mi brazo izquierdo, tengo un tatuaje que dice “Wisdom is based on bravery” (”la sabiduría se basa en la valentía).
Wikipedia dice que la sabiduría es “un carácter que se desarrolla con la aplicación de la inteligencia en la experiencia propia, obteniendo conclusiones que nos dan un mayor entendimiento”
Uno de mis valores más importantes es la sabiduría. Ser una persona sabia. Para mí ser sabia no significa saberlo todo sino que aquello que sé, lo sé porque lo experimenté.
A ver, que de eso se trata El Mundo Que Creamos, de guiarte y acompañarte en un camino que yo estoy transitando también. Para que cada consejo o herramienta que pueda compartirte no salga sólo de un libro o una fórmula, sino de mi experiencia. De mi sabiduría.
Para mí, actualizar nuestros deseos es volvernos más sabios. Lo cual es paradójico, porque desde afuera puede verse como que nos equivocamos. Elegimos algo que “al final no era”. Por ende, cometimos un error.
Pero lo que elegimos, en el momento que lo hacemos, en realidad nunca “es” algo concreto. Elegimos una idea, una posibilidad. Una potencia que deviene en forma una vez que empezamos a caminar esa decisión. Las elecciones, al principio, siempre son una ilusión.
Si reflexiono, creo que la Ayelén que soñó Berlín fue una que necesitaba la ilusión que ese deseo le daba. Necesitaba imaginar una historia en esta ciudad y necesitaba trabajar en pos de ella para moverse desde donde estaba. Esa Ayelén de veinte años no tenía los recursos ni la capacidad para permitirse dudar. Para aceptar que todo deseo es primero una hipótesis que requiere ser comprobada con la experiencia.


Afortunadamente, la Ayelén que soy hoy, con treinta años y más experiencias encima, sí desarrolló los recursos para aceptar que no podemos conocer algo hasta que lo experimentamos. La Ayelén que soy hoy, emprendedora e inmigrante, también tiene los recursos para pivotear las veces que sea necesario.
Es gracioso. La entrega pasada te hablé sobre cómo entender mejor tus deseos. Cómo desarrollar una relación íntima con ellos para poder escucharlos y darles el espacio que merecen en tu vida.
Hoy te digo que ese deseo es una ilusión hasta volverse una experiencia integrada. Es decir, vivenciada por tu cuerpo y ser. Entonces hay que escucharlo mientras también “desconfiamos” un poco de él. Sin aferrarnos. Permitiendo que el deseo y sus ilusiones nos muevan, pero desapegados del resultado.
Uff, qué trabajo sutil, ¿no? Qué delicioso también.
Como siempre, Dios está en la paradoja.
Costo hundido: por qué nos quedamos en donde no nos sentimos bien
Hasta ahora, te conté un resumen de qué experimenté en Berlín y lo que me enseñó sobre el deseo, sus ilusiones y la sabiduría. Pero, ¿por qué te lo comparto?
Porque el proceso que estoy viviendo me recuerda al duelo que tuve que atravesar cuando, luego de años trabajando en la industria de UX y tecnología, tuve que aceptar que el sueño que había imaginado para mí (una carrera corporativa exitosa) no era lo que realmente deseaba y animarme a emprender.
Como escuché en una clase de budismo: el camino a la iluminación requiere morir múltiples veces.
Vivimos en una sociedad con una relación complicada con la muerte, con lo finales. No sólo eso, sino que también los seres humanos somos vulnerables a experimentar la llamado “falacia del costo hundido”.
La falacia del costo hundido describe nuestra tendencia a seguir adelante con aquello en lo que ya hemos invertido esfuerzo, tiempo y/o dinero. Más allá de que tal vez hoy el costo sea más grande que el beneficio.
Cuando decidí irme de Berlín, comencé a recordar todo lo que ya invertí en esta decisión. Años de estudiar el idioma, dinero en alquilar mi cuarto, una visa… Pero rápidamente reafirmé que no quiero que mis acciones pasadas se vuelvan una jaula para mí.
Esto no quiere decir que debemos renunciar frente a la primera incomodidad o el primer obstáculo. Pero si realmente sabemos que algo no es para nosotros (por lo menos en este momento), ¿por qué nos quedamos ahí?
Esto lo veo alrededor mío y en las personas que deciden trabajar conmigo. Hay un miedo muy entendible de “tirar a la basura” los años invertidos en un camino profesional, en estudios y en experiencia laboral. También noto una tendencia a creer que “mantenerse en un sólo camino” es, por algún motivo, más “adulto” que cambiar.
Por un lado, nuestra sabiduría, es decir, nuestra experiencia integrada, no se pierde. Aquello que vivimos no se va a ningún lado sino que nos da las herramientas y la base desde la cual construir lo nuevo.
Por otro lado, cambiar no es infantil. Todo lo contrario. Ser adultos significa hacer las paces con que nuestro mundo ya no es algo dado sino que es el resultado de nuestras decisiones.
Sin ánimos de juzgar, creo que es mucho más infantil quedarnos donde no somos felices porque es lo “más fácil” y las condiciones se nos son dadas por el afuera, que tomar la decisión de crear nuestras propias condiciones y cambiarlas las veces que sea necesario.
Actualizar nuestros deseos con las personas que hoy somos, aunque sea diferente a lo que esperábamos ser, es también una forma de honrar nuestra libertad.
Desafortunadamente, todavía vivimos en un mundo donde demasiadas personas no tienen la misma posibilidad de probar, cambiar y reinventarse. Si yo la tengo, ¿por qué no utilizarla? ¿Por qué no celebrarla lo más que puedo? ¿Por qué no hacer mi parte para que más personas también puedan hacerlo?
Actualizar nuestros deseos es, entonces, una proceso íntimo y personal así como también una participación activa en lo colectivo. Si más personas entrasen en contacto con su intuición y abrazaran la impermanencia de las decisiones, estoy segura que perderían poder quienes se benefician de nuestra resignación.
Diseñar nuestro sistema de condiciones
Otra cosa que descubrí es que el proceso de cambiar de opinión me hace mejor diseñadora. Porque me entrena a percibir lo emergente, lo cambiable e indefinible. Me mantiene atenta y en presencia para captar cuando un camino o un entorno no es conducente al desarrollo de un proyecto o idea.
Porque eso es lo que estamos haciendo cada vez que tomamos decisiones. Estamos dándole forma a algo. Un proyecto, una relación o a nuestra propia vida.
El diseño moderno tiene sus raíces en una visión occidental e industrial del mundo. Una visión que creo nos separa de la verdadera esencia del diseñar.
Por ejemplo, el campo de diseño donde trabajé/trabajo se llama “Diseño de Experiencia”. Pero diseñar una experiencia es una empresa imposible. Las experiencias están formadas por demasiadas variables (culturales, contextuales y personales) como para que un par de diseñadores tengamos el poder de diseñarlas.
Para mí, el diseño pierde su potencia cuando lo vemos como un mecanismo de control de la naturaleza y de nuestros propios impulsos. Cuando se utiliza como herramienta para imponer resultados sobre las condiciones dadas.
A la inversa, el diseño nos potencia cuando lo usamos como herramienta para crear condiciones nuevas y conducentes a los resultados esperados. Cuando con él construimos entornos habilitantes.
¿Qué es un entorno habilitante?
En el contexto de innovación social, Ezio Manzini (teórico en diseño) define a un entorno habilitante como un sistema de condiciones que sostiene y empodera individuos y comunidades para que tomen iniciativa y co-creen y sostengan soluciones significativas.
Irme de Berlín en este momento de mi vida es entonces una decisión de diseño. Porque siendo radicalmente honesta con mis necesidades actuales como persona recién emigrada que también emprende, el sistema de condiciones que tengo en esta ciudad no sostiene ni empodera el desarrollo personal que hoy necesito, ni el desarrollo de El Mundo Que Creamos.
Lo que quiero traer a la luz con este ejemplo es lo que me está enseñando el proceso inmigratorio y el emprender:
Nosotros podemos elegir y dar forma a nuestras condiciones.
Suena obvio, lo sé. Pero nos lo olvidamos todo el tiempo. Prendemos el piloto automático y nos quedamos en entornos que nos desvitalizan. Luego nos preguntamos por qué no empezamos nuestro proyecto o por qué no logramos continuarlo.
Tenemos que mantenernos atentos. Despiertos. No podemos seguir con miedo a cambiar lo que deba ser cambiado para que nuestras ideas puedan ser desarrolladas y sostenidas en el tiempo. No podemos seguir distrayéndonos. Tenemos que morir muchas veces. Tenemos que animarnos a cambiar de opinión. Tenemos que escucharnos.
Esto no te lo digo desde la superioridad moral de mi proceso. Te lo digo llena de vértigo y hasta vergüenza de irme de Berlín después de tanto tiempo diciendo que esta era MI ciudad. Durante muchos años creí que cambiar de opinión era demasiado salvaje e inmaduro.
Hoy me doy cuenta que la inmadurez es ignorar las señales de alarma cuando es hora de tomar otro camino.
Actualizar sin olvidarse de agradecer
Por último, es importante para mí no contribuir a la cultura de lo descartable. Por eso quiero aclarar que cambiar de opinión nada tiene que ver con pasar de página rápidamente. O ir acumulando experiencias como figuritas en un álbum.
Berlín fue un faro en mi vida durante muchos años. Fue la ciudad que inspiró muchísimos de los movimientos que más me beneficiaron a largo plazo. Berlín me trajo de este lado del charco. Siempre será mi primer hogar lejos de casa. Tal vez algún día regrese para quedarme. Cuando no esté tan recién nacida como inmigrante y tan vulnerable. Tal vez sea una de mis ciudades preferidas que visito cada vez que necesito reencontrarme con la intensidad que sólo este lugar conoce.
Berlín me enseñó a hacer realidad un sueño y a aceptar radicalmente que esa realidad no es lo que quiero para la vida que hoy, con 30 años y no 21, deseo. Sobre todo, Berlín me enseñó a escucharme a mí misma y a estar conmigo. La relación que tengo conmigo misma hoy es de un amor mucho más maduro y consciente. Hoy sé que puedo darme lo que necesito y escucharme radicalmente.
Cuánto agradecimiento tengo.
Por eso, no se trata de cambiar de opinión y seguir. Antes de dar el próximo paso, es importante honrar y agradecer lo que nos trajo a este momento. Mirar a los ojos a las experiencias que creíamos que eran para nosotros y agradecerles por, paradójicamente, enseñarnos tanto sobre quiénes somos.
Espero que mi camino y mi historia te ayude a reconciliarte con las veces que cambiaste de opinión. Si estás en el proceso de actualizar tus deseos, quiero recordarte que no hay nada más emprendedor y creativo que probar mil cosas hasta encontrar la que se siente correcta. No hay nada más natural que permitir que eso también cambie. No hay nada más sagrado que volver a empezar.
Programas 1:1 de El Mundo Que Creamos
El 20 de Marzo abren las inscripciones para mis programas de co-creación.
Estuve trabajando en estos programas desde Junio del año pasado, cuando probé su versión beta. En Octubre, comencé a recibir clientes de manera privada y ya hay cinco proyectos tomando forma dentro de El Mundo Que Creamos.
Ahora, es hora de abrir las puertas.
Crear un proyecto alineado y sostenible en el tiempo va a requerir que actualices muchos de tus deseos. Que comiences a ser más intencional con tus entornos. Que diseñes, desde adentro hacia afuera el mundo que te sostiene para así vos poder crear el mundo que querés.
En estos programas ese es mi enfoque y mi filosofía. El diseño como acción con intención. El diseño como respuesta a lo que emerge. El diseño como estructura liberadora.
Trabajamos con herramientas de diseño estratégico, creatividad aplicada y coaching ontológico para juntos darle forma a la primera versión del emprendimiento o proyecto creativo que venís imaginando hace mucho, pero no sabés cómo empezar. O, tal vez, el proyecto que empezaste y no supiste continuar.
Si te interesa, estate atento/a a este espacio y a mis redes.
Nos vemos el 20 de Marzo.
Gracias por estar ahí,
Aye
Hola Aye! Primero decirte que tus newsletter son un motorcito de inspiración desde que las descubrí, gracias por eso. Yo también me encuentro en un proceso de reestructuración vital, entiendo completamente la sensación de vulnerabilidad del inmigrante, yo estuve un poco más de un año en Francia y ahora volví justamente porque sentía que este barajar y dar de nuevo debía hacerlo en un entorno más habilitante y no en uno donde el sistema de alerta y supervivencia este al 100. Pusiste en palabras mucho de lo que siento y pienso hace varios meses y todo esto me pone a pensar tambien para seguir trabajando en esta actualizacion de mis deseos. Gracias de nuevo y saludos!